La revolución que se produjo en la arquitectura en el siglo XX no fue sólo la aparición de nuevas formas y el uso de nuevos materiales. Todo el concepto de este tipo de creatividad ha cambiado. Hasta ahora, las tareas estéticas e ideológicas ocupaban el primer plano del diseño, pero ahora el objetivo principal de la arquitectura es la solución más racional de las tareas prácticas y funcionales -en las primeras etapas, y más tarde -en las etapas posteriores-, a partir de los años 50, la negación de todo, una especie de deconstructivismo. Desde el comienzo de la Revolución Industrial en forma del Palacio de Cristal, la Torre Eiffel, las lanchas de desembarco, el Centro Pompidou hasta los modernos zigurats, la alta tecnología se impone. La arquitectura colonial, como parte integrante de conjuntos arquitectónicos ya establecidos, combinada con tendencias, corrientes y visiones modernas, se ha vuelto cada vez más expresiva.
En la arquitectura, al igual que en la pintura, la literatura y la música, la búsqueda de un nuevo estilo comenzó a principios de siglo como parte del modernismo. Al principio, eran una expresión de protesta ideológica contra las formas anteriores y una defensa del derecho a la creatividad individual. La vanguardia consistía en una simplificación puramente externa de las formas, un rechazo de los ornamentos decorativos y los materiales tradicionales.
La verdadera revolución arquitectónica estuvo asociada a la aparición del funcionalismo como tendencia dominante en la década de 1920. Estableció el siguiente principio básico: «la forma sigue a la función». La figura clave cuya obra determinó las principales vías de desarrollo de la construcción en el siglo XX fue un arquitecto de extraordinario poder intelectual y artístico, Le Corbusier. Nació en Suiza, pero vivió y trabajó principalmente en París. En sus numerosos y brillantes trabajos teóricos formuló los principios de la arquitectura funcionalista:
1) columnas que elevan el edificio por encima del suelo;
2) tejado ajardinado;
3) planta libre;
4) ventana horizontal;
5) fachada libre articulada.
Le Corbusier desarrolló y aplicó un principio revolucionario en las técnicas de construcción: redujo todo el sistema de armazón del edificio a dos elementos: los pilares y el suelo. De este modo, todo el espacio quedaba abierto a la planificación interior. Esta solución también abrió amplias posibilidades a la construcción en serie. Los expertos estiman la importancia de este descubrimiento de la siguiente manera: «El principio de separar la estructura portante de la solución de planificación es uno de los cambios más profundos que el siglo XX aportó a la arquitectura».
El funcionalismo estaba tan en sintonía con las nuevas exigencias estéticas y las nuevas posibilidades tecnológicas que se convirtió en la base de un estilo internacional que tomó forma a finales de los años veinte. En su marco se revelaron orgánicamente las posibilidades del material de construcción del siglo, el hormigón armado. Dentro del estilo internacional existe cierta originalidad nacional y diferencias en las escuelas arquitectónicas. Fue típico de la arquitectura americana de Nueva York, con sus rascacielos concentrados en Manhattan. Los edificios administrativos más famosos son el Empire State Building (398 m de altura) y el complejo de rascacielos Rockefeller Centre.
En la segunda mitad del siglo aumentó la interconexión entre la arquitectura y el urbanismo en general. Aparecieron las estructuras neumáticas prefabricadas y los materiales sintéticos. El diseño sustituyó a la artesanía artística tradicional. El tecnicismo gana muchos adeptos, sobre todo en la construcción de edificios de varias plantas, pero sigue sin dominar, sino que coexiste con muchas escuelas y tendencias diferentes, incluidas las que reviven estilos tradicionales (por ejemplo, el clasicismo).
El siguiente dato nos hace reflexionar sobre las perspectivas de la arquitectura en el próximo siglo. En una encuesta realizada a los arquitectos participantes en una prestigiosa exposición de construcción celebrada en Las Vegas en 1999, se nombraron los 10 edificios más destacados del siglo XX. La mayoría de las estructuras de la lista no destacan por sus méritos estéticos, sino por su escala y complejidad de construcción. El primer puesto lo ocupó el Eurotúnel bajo el Canal de la Mancha. También fueron nombrados el Canal de Panamá, el sistema federal de autopistas de Estados Unidos, la presa de Asuán y el puente Golden Gate de San Francisco. La única excepción fue la Ópera de Sydney.