El siglo XX fue una época de grandes convulsiones revolucionarias y de trastornos sin precedentes en la cultura artística. Las peculiaridades inherentes a esta época crítica abarcan aspectos sociales, nacionales y estéticos del arte del siglo XX, una época notable por el hecho de que fue durante ella cuando se formó una cultura del siglo XX diversa, contradictoria, pero firmemente interconectada.
El arte del siglo XX se desarrolla a través de la lucha de ideas. Una parte importante de los fracasos creativos del siglo pasado se explica por el hecho de que el arte aparecía como en un estado aparte, aislado de las realidades de la vida cotidiana. Los artistas auténticamente creativos, como Juan Gris, Picasso o Le Corbusier, intentan encontrar una nueva relación entre el hombre y su entorno. Un artista dotado de creatividad no copia la realidad circundante, sino que, como en un espejo, nos muestra algo de lo que nosotros mismos no nos damos cuenta, encuentra formas de expresión de sentimientos que viven en nuestro interior. Es imposible entender la arquitectura y el diseño modernos si no nos damos cuenta de las formas de desarrollo de la pintura de esa época.
Todos los nuevos movimientos modernistas aspiraban a una transformación social y cultural completa en todos los ámbitos, pero estos movimientos fueron incapaces de unirse. Uno de los primeros nuevos movimientos artísticos se convierte en el fauvismo. Matisse, Derain, Van Dongen, Marquet y Braque se unen en torno al aduanero Rousseau, un artista autodidacta que supuestamente resucitó la tradición olvidada de los primitivos franceses, corrompida por el academicismo de la «escuela». En el Salón de los Independientes de 1906, todos exponen sus cuadros en la misma sala. Sus obras dan la impresión de una especie de frenesí, tempestuosidad, saturación de luz nítida y materialmente tangible. Recibieron el apodo de «fauvistas», «los salvajes».
Hacia 1910, en muchas partes del mundo se toma conciencia de que los medios de expresión del artista han perdido contacto con la vida contemporánea. Pero no fue hasta la aparición del cubismo cuando estos pensamientos tuvieron su primer resultado visible. Picasso es considerado el pintor cubista más colorista. Pero el cubismo no es la invención de un solo individuo. Es más bien la expresión de la búsqueda de muchos artistas.
Desde el Renacimiento hasta la primera década de nuestro siglo, la perspectiva ha sido uno de los elementos fundamentales de la pintura. La percepción del mundo exterior basada en tres dimensiones se arraigó tan profundamente en la conciencia humana a lo largo de cuatro siglos que no cabía imaginar otro concepto espacial. El espacio tridimensional del Renacimiento era el espacio de la geometría de Euclides. Pero ya hacia 1930 se creó una nueva geometría, que se diferencia de la euclidiana en que aplica más de tres dimensiones. Este tipo de geometría siguió desarrollándose y ahora ha llegado a un punto en el que los matemáticos se ocupan de dimensiones del espacio que no se pueden visualizar. Y al igual que los científicos, los artistas se han dado cuenta de que las simples concepciones clásicas del espacio son limitadas y unilaterales. La esencia del espacio tal y como se concibe actualmente es polifacética, su descripción exhaustiva desde un único punto de partida es imposible, su carácter cambia constantemente en función de la posición del punto desde el que se mira.
La nueva concepción espacial conduce a una ampliación de las formas de percibir el espacio. Los cubistas no pretenden reproducir la apariencia de las cosas desde una única posición, sino que dan vueltas y vueltas tratando de darse cuenta de su estructura interna. El cubismo destruyó la perspectiva del Renacimiento. Los cubistas ven los objetos de forma relativa, es decir, desde varios puntos de vista, ninguno de los cuales es primordial. Los cubistas resuelven el problema de revelar la estructura geométrica de las formas volumétricas visibles descomponiéndola en sus elementos constitutivos y organizando estos elementos en una nueva forma pictórica, teniendo en cuenta la especificidad de la transferencia de las relaciones espaciales y temporales.
El cubismo se desarrolló entre artistas originarios de países de Europa Occidental. A medida que se desarrollaba, se hacía cada vez más evidente que este concepto espacial se nutría de elementos de épocas pasadas. Sus símbolos no eran racionales y, aunque no se utilizaron directamente en la arquitectura y el diseño, contribuyeron al desarrollo del arte en muchas direcciones. Le Corbusier y Ozanfan aparecieron en Francia, Mohoj-Nagy en Hungría, Mondrian y Van Doesburg en Holanda. Este proceso se produjo de diferentes maneras en distintos grupos, pero todos siguieron un camino de intensa acentuación del plano, y este camino les condujo a la arquitectura.
El movimiento Dutch Style, que duró sólo 14 años, estuvo asociado al trabajo de tres personas: los pintores Piet Mondrian, Theo Van Doesburg y el ebanista Gerrit Rietveld.
La aparición de las primeras composiciones postcubistas de Mondrian, formadas principalmente por líneas horizontales y verticales quebradas, coincidió con su regreso a Holanda y el periodo en que estuvo en contacto con el matemático Schoonmakers.